Un nuevo objeto proveniente del espacio interestelar ha sido identificado por astrónomos. Se trata de 3I/ATLAS, el tercer cometa conocido que llega desde fuera del sistema solar, según confirmaron científicos de la NASA y diversas instituciones internacionales. El cometa fue detectado el 1 de julio de 2025 por el telescopio de sondeo ATLAS en Río Hurtado, Chile, y desde entonces ha sido objeto de observación y análisis.
El hallazgo fue reportado al Centro de Planetas Menores y se confirmó que su trayectoria es hiperbólica, es decir, no sigue una órbita cerrada alrededor del Sol. Esto indica que su origen es interestelar, al igual que ‘Oumuamua (2017) y 2I/Borisov (2019), los únicos otros dos objetos con esa clasificación observados hasta ahora.
Las observaciones previas al descubrimiento, registradas desde el 14 de junio de 2025, fueron recuperadas de archivos del sistema ATLAS y de la Instalación de Fenómenos Transitorios Zwicky del Instituto de Tecnología de California (Caltech), en el Observatorio Palomar.
Origen y trayectoria confirmados
Según el análisis orbital, 3I/ATLAS proviene desde la región general de la constelación de Sagitario, donde se ubica el centro de la galaxia. Su trayectoria no está controlada por la gravedad del Sol, por lo que su paso por el sistema solar será breve. Tras su aproximación, continuará su ruta hacia el espacio interestelar y no volverá a pasar cerca de la Tierra.
Al momento de su detección, el objeto se encontraba a unos 670 millones de kilómetros del Sol, dentro de la órbita de Júpiter. Se mueve a una velocidad estimada de 221,000 kilómetros por hora y alcanzará su punto más cercano al Sol alrededor del 30 de octubre de 2025, a una distancia de aproximadamente 210 millones de kilómetros, dentro de la órbita de Marte.
El paso más cercano a la Tierra ocurrirá a unos 240 millones de kilómetros, lo que significa que no representa ningún riesgo para el planeta.

Características físicas del cometa
Aunque todavía se estudian sus propiedades, los astrónomos han confirmado que 3I/ATLAS está activo, lo que significa que tiene un núcleo helado y una coma, es decir, una nube de gas y polvo que lo rodea al acercarse al Sol. Esto permite clasificarlo como un cometa y no como un asteroide.
El tamaño exacto aún no se conoce, pero estimaciones preliminares sugieren que podría medir alrededor de 24 kilómetros de ancho. La actividad visible indica que su composición es similar a la de otros cometas observados previamente en el sistema solar.
3I/ATLAS fue nombrado siguiendo las convenciones de la Unión Astronómica Internacional. El prefijo “3I” indica que es el tercer objeto interestelar descubierto. “ATLAS” hace referencia al equipo que lo identificó, parte del sistema de alerta financiado por la NASA.
Visibilidad y observaciones futuras
Se espera que el cometa permanezca visible para telescopios terrestres hasta septiembre de 2025. Posteriormente, quedará oculto por el brillo solar. Volverá a ser visible en diciembre de 2025, cuando reaparezca del otro lado del Sol.
Durante este tiempo, astrónomos de distintas partes del mundo continuarán recopilando datos para estudiar su composición, comportamiento y trayectoria. El objetivo es comparar sus características con las de cometas formados dentro del sistema solar, y con ello ampliar el conocimiento sobre los procesos en otros sistemas estelares.
Este tipo de descubrimientos es valioso para la astronomía moderna, ya que permite estudiar directamente material formado fuera del sistema solar. Gracias a los avances en detección y observación, es probable que se identifiquen más objetos de este tipo en los próximos años.
El contexto del descubrimiento
3I/ATLAS es parte de una tendencia creciente en la observación de cuerpos celestes de origen interestelar. Desde 2017, con el descubrimiento de ‘Oumuamua, se ha intensificado el interés en identificar y estudiar estos objetos que transitan por el sistema solar. El aumento en la capacidad de observación, gracias a telescopios automatizados como los de ATLAS y la instalación Zwicky, ha sido clave para lograr estos avances.
El descubrimiento también refuerza la importancia de los sistemas de alerta y rastreo, no solo para identificar posibles amenazas, sino también para estudiar fenómenos naturales poco frecuentes. A través de estos sistemas, la comunidad científica internacional puede reaccionar rápidamente y coordinar observaciones desde distintos puntos del planeta.